Ciencia Femenina: Las Mujeres de Harvard

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Celaya Internacional

Ciencia Femenina: Las Mujeres de Harvard

 

                                                             “Una vida dedicada a la rutina de la ciencia, no tiene porque destruir el atractivo elemento humano de una naturaleza de mujer”

Antonia Maury, astrónoma (1866-1952)

 

 

Continuando con la serie de cinco colaboraciones sobre el tema feministas tan distorsionado hoy en día, continuare hablando de un tema que ha dado mucho de que hablar, la mujer en la ciencia, sus oportunidades y la estigmatización que se hace sobre la crianza en el área de las ciencias exactas a las mujeres.

 

Hace ya bastante que yo misma he defendido el derecho de la mujer a acceder a los círculos científicos sumándome así a las muchas voces expertas principalmente en pedagogía y dentro de Organismos No Gubernamentales que señalan la falta de apoyo desde los hogares a aquellas que quisieran estudiar una carrera de números como le suelen decir, sin embargo como profesora universitaria, tanto en el sistema privado como en el público pude corroborar que los espacios académicos de ciencias sociales, administrativas y claro, del área de la salud están mayormente solicitados por mujeres, sin embargo aquellas áreas contraria como las matemáticas, astronomía, químicas, físicas y agronómicas están totalmente solicitadas por hombres, aunque afortunadamente existen casos en los que alguna chica decide seguir sus sueños e ingresa a una carrera predominada por la testosterona.

 

Ahora bien, he leído diferentes artículos y estudios que para mi gusto son absolutamente tendenciosos porque han señalado que el comprarle ciertos juguetes a las niñas de pequeñas las predestina a roles de menor insignificancia que al hombre (lo que quiera que eso signifique -esto lo explicaré en la siguiente entrega-), analice bastante lo leído y busque usos y costumbres no solo del pasado siglo XX sino de otros más atrás, en esa búsqueda llegó a mis manos un libro que hablaba sobre “Las Computadoras de Harvard” en él se narra la sociedad estadounidense del siglo XIX y cómo un grupo pequeño de mujeres principalmente hermanas, esposas o hijas de los grandes astrónomos de la Universidad de Harvard fueron incorporadas para analizar e interpretar lo que los astrónomos veían por la noche en el telescopio, debido al trabajo de estas mujeres se fueron uniendo graduadas de universidades femeninas como Vassar, Wellesley y Smith.    

 

Hace poco más de un año escribí sobre aquel grupo dentro de la Nasa de la década de los 60 que liderados por una mujer de color, la Doctora Johnson llevaron al hombre al espacio que bajo sus estudios trazaron la ruta de dos misiones espaciales con absoluto éxito, creo que todos recordamos la magnífica película “Hidden Figures” que no solo reivindico a las mujeres en las matemáticas y la astronomía del siglo XX sino que además se reivindico el color de las llamadas computadoras humanas, por supuesto que alabo que se les de el merecido reconocimiento a nivel mundial y no solo en un círculo cerrado pero es importante conocer también que mujeres de un siglo anterior, el XIX, hicieron grandes aportaciones usadas hoy en día;  Williamina Fleming, migrante escocesa, a los 21 años y con un hijo fue abandonada por su esposo, consiguió empleo para atender la casa del director de Centro de Astronomía de Harvard y fue él quien al ver las capacidades natas de Williamina le ofreció trabajo en el observatorio como fotógrafa sin embargo fue mucho más, descubrió 222 estrellas enanas blancas, catalogó más de 10 mil estrellas y su luz pero su más importante aportación fue el descubrimiento de la famosa Nebulosa Cabeza de Caballo; Annie Jump Cannon, quien por la escarlatina perdió la audición, decidió no casarse ni tener hijos pero como mujer educada sí mostró su empeño en las clases que impartía de física lo cual la llevó a incorporarse al grupo de mujeres catalogadoras de Harvard y gracias a los descubrimientos de Williamina y al trabajo en conjunto, Annie diseño el catálogo estelar vigente hoy en día con pocas variaciones además de haber creado el Annie J. Cannon Prize en reconocimiento a las mujeres de cualquier nacionalidad que generen importantes descubrimientos en la astronomía; Henrietta Swan Leavitt, en lo personal es mi favorita, de su vida privada se conoce poco, solo que se mantuvo soltera y al poco de comenzar a trabajar en el Observatorio de Harvard fue perdiendo la audición, sin embargo y a pesar de haber sido reconocida como la mente más brillante de las llamadas “calculadoras Humanas de Harvard” poco ha sido el reconocimiento que se le ha dado, pero esta mujer y sus cálculos lograron conocer la distancia de la tierra a otros cuerpos celestes, en pocas palabras completo lo que hoy llamamos el “año luz”, en un mundo de hombres, su trabajo fue atribuido a Edwin Hubble (él si tiene un satélite alrededor de la galaxia y ella un cráter en la Luna), finalmente, está Antonia Maury, nieta y sobrina de John William y Henry Draper respectivamente, quienes eran grandes astrónomos, ayudada en su formación astronómica por su tía Mary Anna palmer Draper (astrónoma) y su profesora de Universidad Maria Mitchel (primera mujer reconocida mundialmente como astrónoma profesional), Antonia Maury diseño las fórmulas que ayudarían a la diferenciación de la Superestrellas de las enanas además del catálogo por brillo de las mismas, con ello sentó las bases de la astrofísica actual.

 

Todas estas mujeres, trabajaban 7 horas en el Observatorio, recibían un salario de 25 centavos la hora y por si fuera poco sus trabajos fueron atribuidos a sus jefes y así habían quedado por muchos años, pero más que narrar la vida de estas grandes científicas, el señalamiento que pretendo hacer es el hecho de que en el Siglo XIX una mujer era criada para formar una familia, se le encomendaban tareas de ayuda del hogar además de limitadas oportunidades, siempre pensando en que formarían una familia pero ellas derribaron el estigma, llevaron a cabo un trabajo que las apasionaba y fueron las mejores.

 

La idea absurda y lastimera que el neo feminismo pretende vender de que una muñeca de juguete nos define, que nos limita como futuras profesionistas, que la fuerza de la costumbre familiar es la que nos determina, que  un color de vestimenta y hasta el gusto por vestidos, faldas y cosméticos nos oprimen no son más que pretextos para mantenernos en una papel de víctimas y limitación, y sí, me podrá decir ahora querido lector que existen familias muy tradicionales que han desheredado y renegado de sus hijas, pero entonces ¿dónde está la fuerza por la que supuestamente luchamos? ¿debajo de excusas? ¿debajo del pretexto de la imposibilidad cuando en realidad no queremos salir de la zona de confort familiar? Así lo único que hacemos es pretender que alguien más sea culpable de nuestra falta de decisión, ¿Qué algunas usan velos? Y eso ¿mata las neuronas? Como decía anteriormente he visto por muchos años que siempre elegimos carreras importantes, que nos gustan y nos hacen sentir plenas, luego entonces, ¿por qué culpar a un patriarcado que no existe sobre la imposibilidad de ser científicas? Somos nosotras mismas quienes no siempre gustamos de acceder a esas disciplinas, las oportunidades y la libertad de elección ahí están, algo que he leído en estudios de ONU es que el área científica no se imparte con calidad, pero dudo mucho que las mujeres del siglo XIX, las llamadas “computadoras de Harvard” hayan tenido las comodidades y oportunidades de hoy en día. Mientras sigamos poniendo pretextos amparados bajo estudios de género y vendiéndoles la idea del reforzamiento de incapacidades, las niñas seguirán huyendo de la ciencia real. Hoy pueden jugar con una muñeca y mañana con un telescopio o una probeta, finalmente, lo podemos todo ¿o no?

 

 

Por: Rayo Esmeralda Patiño

@RayoEsmeralda 


//Fecha de publicación: 13/01/2021

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