Soy espejo y me reflejo…

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Cajón de sastre.


Soy espejo y me reflejo…

Amable lector, ¿recuerda aquello que dijo el poeta Campoamor de que “nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira”? Exacto, todo es relativo, no hay absolutos.

Cuando niños utilizábamos un útil recurso, un mecanismo de defensa cuando éramos molestados y decíamos “Soy espejo y me reflejo…”. Las cosas no son lo que son, sino lo que nosotros vemos, lo que nos significan.

Estimado lector, déjeme hacerle una pregunta: cuándo usted ve un perro en la calle, solo, suelto ¿qué es lo que ve? Cuándo usted va por un camino rural y de pronto, a la orilla del camino de terracería, ve a una perra recién parida con su camada ¿qué es lo que ve?

Confío en que muchas personas, al ver cualquiera de las escenas descritas, observen las características más acusadas de los cánidos, probablemente vean seres vivos independientes, capaces de conseguir su alimento ya sea por medio de la caza o del oportunismo, tal vez veamos individuos esbeltos, sociables, que “hablan perro”, saben cuando acercarse y cuando alejarse, saben cuándo , cómo y por dónde cruzar calles y avenidas; probablemente al vera la perra recién parida veamos el milagro de la vida, el darwinismo social, nos asombremos de la autosuficiencia de la perra y de la fortaleza de esos pequeños cachorros. Tal vez pensemos que la madre natura es dura, pero es justa.

Es probable que cada quien vea muchas cosas más de las aquí descritas, quisiera pensar que todas positivas, esperanzadoras. Sin embargo, ¿qué es lo que sucede cuándo un animalista/rescatista se encuentra frente a tales escenas?

Me atrevo a asegurar que, invariablemente, con la velocidad de Flash, tan rápido como Clark Kent localizaba una cabina telefónica vacía y se convertía en Superman, con esa misma rapidez los animalistas/rescatistas, se despojaran de su carácter de espectadores para de, inmediato, convertirse en protagonistas, en super héroes, tienen una misión que realizar: deben “rescatar” a esos seres indefensos y abandonados.

Siempre me pregunto ¿qué experiencias, qué historias de vida, qué heridas emocionales, que abusos han sufrido los animalistas/rescatistas que van por la vida viendo tanto sufrimiento y dolor en los animales?

En más de una ocasión me ha tocado ver como un perro callejero, de esos que vagan por la vida, que acumulan millas todos los días viajando por el mundo, con algunas cicatrices, con algunos kilos de menos, pero libres, independientes, sanos física, mental y emocionalmente son “rescatados” y en un santiamén se encuentran confinados, en lugares sobrepoblados, insalubres, introducidos, de manera inadecuada e inoportuna, por la  fuerza en manadas inestables que los verán como intrusos, condenados a una vida miserable en lo que les encuentran una familia que se quiera hacer cargo de ellos. Han sido “rescatados” recibirán croquetas de dudosa calidad y agua.

La ecuación se complica porque, aunada a la infelicidad del perro “rescatado”, se encuentra la infelicidad del “rescatista” que va por la vida culpando a todo el mundo y reclamando la falta de apoyo y la indiferencia frente a la titánica labor que se ha echado a cuestas por una decisión personal.

Apreciable lector ¿conoce usted “rescatistas” felices? si la respuesta es afirmativa, lo felicito, es usted de los pocos afortunados en conocer a rescatistas felices, plenos, y satisfechos.

Si su respuesta es negativa, quiero decirle que no es el único. Debemos ser empáticos y probablemente buscar la respuesta en el Síndrome de fatiga compasional. ¿Qué es el síndrome de fatiga compasional? es la preocupación y estrés producidos en personas que trabajan en pro de los animales, y que puede llevar a experimentar fatiga, temor y stress.

Los que saben afirman que los “rescatistas” experimentan emociones que no son sencillas de manejar si no se cuenta con el soporte terapéutico necesario. Están en contacto con animales que, en algunos casos, han sido víctimas de abusos, tienen bajo su cuidado animales traumatizados, abandonados; no pueden ayudar a todos los animales y en algunos casos tienen que tomar la difícil decisión de sacrificar a alguno o algunos de los animales bajo su cuidado.

Presentan síntomas de agotamiento físico, mental, bajo rendimiento, sentimiento de culpa, pesadillas, mal humor, irritabilidad. Se sienten abrumados por todos los gastos y por tanto trabajo que hay que hacer, ven sus relaciones interpersonales afectadas (pareja, hijos, etc.); frecuentemente experimentan ellos mismos problemas de salud.

Es necesario que alguien rescate a los “rescatistas”, es necesario que busquen ayuda terapéutica, especializada, requieren soporte emocional. Nadie puede dar lo que no tiene.

Hace muchos años que la Etología me enseño que el primer deber que tiene todo individuo es ver por los miembros de su misma especie, antes que por los perros debemos ver por las personas. Es un presupuesto de la supervivencia de cualquier especie animal. Señores rescatistas, primero rescátense ustedes y después rescaten lo que quieran.

Amable lector, siempre agradecido con usted por su tiempo y el favor se su lectura. Mi gratitud y mis bendiciones para usted.



Fecha de publicación:24/11/2020

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