Penélope y los perros

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Penélope y los perros


Amable lector ¿conoce usted el mito de Penélope?  cómo usted sabe, la mitología griega encierra buena parte de los fundamentos de la cultura occidental; de ahí la importancia de recurrir a ella cada tanto.

Cuenta la mitología que la guerra de Troya había terminado hacía tiempo y Ulises no volvía a su casa en Ítaca donde le esperaba su esposa Penélope. Resulta que Ulises se entretuvo en el camino, con las sirenas y con muchos otros seres fantásticos, mientras que en su palacio, Penélope ya no sabía cómo deshacerse de todos sus pretendientes.

Pasaba el tiempo y Ulises no volvía. Y los pretendientes se ponían cada vez más insistentes para que Penélope eligiera un nuevo marido. Así que no le quedó más remedio que ceder un poco, pero como era tan ingeniosa como Ulises, se le ocurrió una idea para ganar tiempo antes de elegir un pretendiente.

Penélope elegiría un nuevo marido cuando terminara de tejer- Elegiré a uno de vosotros cuando termine de tejer una prenda; pasaban los días, pero la prenda seguía igual que el primer día.

Lo que no sabían los pretendientes era que Penélope tejía de día y destejía de noche.

A que viene todo esto. Desde hace algún tiempo observo que hay una especie de símil entre lo que hacía Penélope y lo que sucede con algunos propietarios de perros. Me explico: algunas personas contratan los servicios de algún adiestrador o ellos mismos con algún conocimiento establecen límites y disciplina para su perro y, poco a poco, van “tejiendo”, van construyendo una compleja y delicada trama. Este proceso lleva dinero, tiempo y esfuerzo.

Sin embargo, alguien a la usanza de Penélope, lo que se construye durante el día, se destruye – de manera figurativa- por las noches. Realmente no es literal, ni la nocturnidad, ni la destrucción, pero en cualquier caso tienen el mismo resultado: lo que se avanza, al mismo tiempo se desanda.

En efecto, me ha llamado la atención el hecho de que algunas personas contratan los servicios de adiestramiento o rehabilitación para corregir tal o cual conducta, pero al mismo tiempo realizan o toman decisiones que no abonan en el mismo sentido, sino que operan en su contra.

He presenciado como personas que se quejan de que su perro tira de la correa, envían a adiestrarse a su perro, se logra que el perro camine al lado del manejador y deje de “jalar” durante los paseos, pero luego contratan los servicios de alguna jovencita o del hijo de algún vecino quienes, legítimamente, se quieren ganar unos cuantos pesos, pero que no tienen la más pálida idea de como pasear un perro. El resultado ya lo puedo usted vaticinar, amable lector: un desastre.

En otros casos el adiestrador, concluye su trabajo, hace el paso de mando a los propietarios, les explica minuciosamente que es lo que deben hacer y como por arte de magia los dueños hacen todo lo contrario y el perro vuelve a las andadas y pareciera ser que jamás fue a la “escuela”.

En los mismos términos he sabido de proyectos conjuntos de adiestradores con albergues o refugios, en los que se ha trabajado para en adiestrar a los perros con la esperanza de que sea más fácil que consigan un nuevo hogar; en muchos casos el resultado ha sido malísimo.

El común denominador es el fenómeno de Penélope, se “teje en el día y se desteje en la noche”.

La conclusión salta a la vista, hay que adiestrar a ambos extremos de la correa, no solo al perro sino también a los propietarios y a todos aquellos que vayan a interactuar con él.

Le preguntaron a algún adiestrador juicioso que ¿cuál era el mejor tiempo para educar a un perro? Y la respuesta no pudo ser mejor, no tiene desperdicio: “El mejor tiempo para educar a un perro es… varios años antes de que nazca, educando a los que serán sus propietarios”.

Estimado lector, ya se acaba el mes, ya se acaba el año y el mentado bicho que no se acaba. A cuidarnos y a seguir en la brega. Agradezco hasta el infinito y más allá el favor de su lectura y le envío mi gratitud y bendiciones. Gracias, muchas gracias.



//Fecha de publicación: 01/12/202

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