Resiliencia

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Resiliencia

Este vocablo se ha puesto de moda. Actualmente, en psicología se usa para reconocer la capacidad de un ser humano para superar situaciones traumáticas. En virtud de las condiciones a las que estamos sometidos por la pandemia, muchas personas la están usando para motivar esa fortaleza interna para superar las condicione de confinamiento. He leído en algunos muros de redes sociales: «Sé resiliente».

El vocablo originalmente inició en la industria. Está integrado por el prefijo re-, que tiene sentido de nuevamente o insistir; por el verbo latino salire, del que derivaron las palabras en español como salir, saltar; y el sufijo –ia, que imprime a la raíz que se añade el sentido de frecuencia. En su conjunto, entonces, introduce la idea de «siempre regresar a la forma original».

Se aplicó en la producción para reconocer la capacidad de ciertos materiales para regresar o esforzarse en recuperar su forma original, como en el caso de los resortes. Esa particularidad, entonces, se aprovechan para obtener determinado efecto.

En 1973, Crowfor Stanley, un ecologista canadiense, ocupó el término fuera del contexto industrial para referirse a la búsqueda constante de los ecosistemas por recuperar sus condiciones originales en su artículo Resilience and stability of ecological systems (Resiliencia y estabilidad de los ecosistemas).

De ahí pasó a formar parte de otras muchas ciencias como en la psicología que trata de identificar con ella la capacidad de los seres humanos para no verse afectado por condiciones traumáticas o de estrés que causan desequilibro emocional.

Actualmente, las condiciones pandémicas nos están sometiendo a condiciones de resistencia emocional más allá de lo que traumas o momento tensos ocasionan. Ello debido a que normalmente el instante de tensión es momentáneo o tiene un muy breve lapso. Sin embargo, en las condiciones de riesgo actuales, donde la amenaza a la salud, a la vida; así como de estabilidad emocional y económica se prevén prolongadas, la cordura se altera. Jamás la humanidad entera había sido sometida a un periodo tan prolongado de angustia. Cierto es que todas las naciones en diversas épocas han sufrido guerras, enfermedades o crisis. Pero jamás había sido como en este ocasión: todos los pueblos del mundo en un periodo tan prolongado.

La amenaza, entonces, genera inquietud, desasosiego, irritabilidad o franco pánico. De ahí el llamado a ser resilientes, es decir, a recuperar nuestro estado de normalidad a pesar de las presiones. Como un resorte, debemos resistirnos a esa presión y de igual forma busquemos regresar a nuestro estado original.

El agobio suele paralizar. El miedo, como mecanismo de defensa (recuérdese la forma de reaccionar de algunos animalillos que fingen su muerte para ya no ser atacados, como los ratones ante el acoso de un gato), lleva a dejar de actuar o, en otros casos, a sentirse desorientado. De ahí la recomendación de dejar de exponerse a catastrofistas (que abundan en las redes sociales). Pero esos catastrofistas no solo se centran en la pandemia, lo político, lo económico y lo social también lo abarcan. No digo que respondan a intereses, solo actúan acorde con su propia visión catastrofista del mundo. El pánico se contagia. ¿Para qué dar cabida a ello?

Si es imposible alejarse de las computadoras o el teléfono inteligente –porque el trabajo o la escuela así lo obliguen–, cuando menos ponga en tela de juicio esos criterios o, definitivamente, verifique la información antes de aceptarla. Su estabilidad emocional y de salud física se lo agradecerán. Ya en otra colaboración señalaba que la salud está directamente vinculada al estado emocional, no solo físico.

De ahí la recomendación de leer cuentos o novelas alejadas de catástrofes o de condiciones de tensión o dramáticas. De esta forma fortalecerá su resiliencia. Poca educación emocional recibimos y quizá es tiempo de preocuparse por ella.

Sea cuidadoso con el vocablo resiliencia porque ofrece dificultad en su pronunciación por el diptongo ie a mitad de la palabra.

07/05/2020

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