Redacción de argumentos

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Chispitas de lenguaje

Redacción de argumentos

La palabra ‘redactar’ procede del latín redigiere. Este vocablo se usó en la Roma clásica en dos sentidos, para redirigir y para redactar. En ese entonces el vocablo representaba lo mismo. Ello significa que redactar actualmente está mal conceptuado. La mayoría supone que redactar es copiar formatos (le decimos machotes en México), o un conjunto de reglas para aplicar la puntuación, o simplemente poner por escrito las ideas o, incluso, todas estas aseveraciones en conjunto. Nada de ello es redactar. El concepto, desde sus orígenes, implica ordenar, organizar las ideas, bajo una intención. Y ello demanda la creatividad del expositor que estará sujeto al propósito de informar, argumentar o recrear. Por tanto, cada intención se presentará de diferente forma. Es decir, cada sesgo genera un tipo de exposición u organización del texto: un orden diferente. Hoy me centraré en la argumentación.

El estilo argumentativo para buscar la aceptación de quien escucha (o lee) se encuentra de forma más común en los vendedores. Con el propósito de generar la venta, el oferente debe convencer al eventual comprador de las bondades de su producto. Sin embargo, no menos contundente, el abogado debe argumentar ante el juez la validez de sus postulados y rebatir los del oponente. Por su parte, el estudiante que sostiene una tesis le es imprescindible argüir de forma precisa y contundente para lograr la aceptación de sus sinodales.

La exposición argumentativa clásica se basa en las normas de los silogismos. Estos son usados por la ciencia para llegar a conclusiones válidas. En la vida social se recurre a ellos para convencer.

A diferencia del silogismo que empieza por las premisas y termina con una conclusión, el argumentador inicia por la conclusión –para atrapar el interés del interlocutor–, de inmediato enuncia premisas (oraciones que afirman algo y no requiere de mayor explicación), para fundamentarse y llegar a la conclusión. De esta forma, el desenlace no suena extraño, diferente o alejado de cada premisa. Entonces es mucho más probable que convenza.

Es decir, que la estructuración de un documento debe partir de fijar los puntos que debe convencer. A cada uno dedicar un razonamiento (que será el párrafo de forma escrita). Cada uno será iniciado por la conclusión sobre el punto, seguido de premisas (o antecedentes) y rematar de forma adecuadamente vinculada la conclusión. Ésta, entre más específica y con los datos de las premisas, mejor.

Para poder lograr un desenlace incontrovertible es imperativo conjugar varios factores. Por una parte, requiere de usar la puntuación de forma impecable. Es decir, construir oraciones breves, directas, precisas y que tengan un sentido de contundencia. Esto último es probable que se pierda a causa de construir oraciones en extremo largas y, por tanto, difícil de aceptar como lógicas. Por ello, entre más se aplique el punto y seguido en un texto, mejor. Recurrir a las comas suele ser altamente peligroso. Una coma mal aplicada cambia el sentido de una oración. No es lo mismo «El argumento es falso tal como lo presenta» (donde se descalifica el argumento expuesto) a «El argumento es falso, tal como lo presenta» (donde se señala que quien enuncia ya lo expone como falso).

Por otro lado, es imperativo ser fiel al significado que les corresponde a cada vocablo. Evidentemente, la solidez de un término contribuye a la de la oración. Pero si un término no cumple con esa función, hay inconsistencia en el argumento. Es común entre expositores verse seducido por el uso de voces de uso poco cotidiano y que por desgracia muchas veces no poseen el significado pretendido. El caso más evidente es la palabra ‘adolecer’ que la mayoría supone que significa ‘carecer’, ‘faltar’ o ‘no tener’ cuando el sentido es el de ‘padecer’ o ’tener negativamente algo’.

Finalmente, las palabras de enlace también juegan un papel crucial. Las preposiciones, en especial, son de enorme riesgo. «Un jarabe para la tos» es una sustancia que la propicia; distinto de un «Jarabe contra la tos», que su papel será combatirla.

Argumentar es sencillo si se organiza el texto (o la idea por exponer). Imitar esquemas o formatos no es redactar de forma argumentativa. El sostener algo requiere de la creatividad que todo ser humano disponemos para darle un sentido personal a la forma expositiva de un texto.


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