PÁRRAFO ARGUMENTATIVO (SEGUNDA PARTE)

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Párrafo argumentativo

La semana anterior aborde cómo estructurar una argumentación. Es decir, la forma en que deben organizarse los argumentos. En esta colaboración trataré la construcción de un párrafo y de la oración.

El párrafo es un conjunto de enunciados (oraciones gramaticales) para construir o sostener un argumento. Es fundamental no mezclar más de un argumento por párrafo. Incluir más de una intención  refleja desorden o, lo que es peor, confunde a quien debemos convencer.

Antes se decía que ‘la oración es una idea’. El concepto es equívoco. El párrafo debe ser considerado como la idea o intención completa. Esa idea se precisará, aclarará o sostendrá mediante enunciados con sentido completo que aportan datos o información para formular el concepto.  

La oración es una afirmación enunciada de forma afirmativa, interrogativa, negativa o exclamativa. El conjunto de oraciones y la forma de vincularlas a través de lo que se conoce como marcadores textuales: sin embargo, igualmente, por otro lado, etc., forma el concepto en el lector o en el escucha.

La forma más efectiva de organizar un párrafo al igual que la lógica de todo el documento vista la semana anterior es iniciar por la idea principal (o lo que se pretende establecer). Esta se debe sustentar con datos e información, pero en enunciados independientes. Referido este aspecto al Derecho, el mismo principio jurídico lo establece: todo acto de autoridad debe motivarse y fundamentarse. Por lo tanto, un párrafo con este perfil debe iniciar por un enunciado que establezca la decisión de la autoridad. A ella se sumarán tantas oraciones sean necesarias que precisen el motivo del sentido de la oración inicial, así como las referencias a las leyes que lo enuncien o coincidan.

La lógica para el texto científico no es diferente. Se fija la idea específica de forma directa y contundente. No debe dejar lugar a dudas en lo sustentado. Y, en el mismo párrafo, se añadirán las oraciones que contengan datos o información precisa que sostenga la afirmación inicial.  

Por último, las oraciones también tienen una lógica de enunciación. Su orden expositivo afectará la percepción del lector o escucha. Me refiero a que si alguien enuncia: «Un libro muy interesante se compró Juan» (en vez de la típica fórmula gramatical de sujeto y predicado «Juan se compró un libro muy interesante») la atención del lector se induce en primera instancia al libro, antes que la compra misma o de quien hizo la adquisición. Entonces, ya se propicia una conceptualización del receptor. Es decir, que el orden de la oración se sujeta a la intención del párrafo o del argumento.

Todo lo anterior, sumado al texto de la semana anterior, echa por tierra los formatos. Su aplicación atenta contra las habilidades argumentativas, contra la elocuencia. Es decir, que los silogismos se encontrarán adecuadamente ambientados si hay un correcto orden lógico.

Un paralelismo lo puede dejar claro: un platillo será malo si, a pesar de los ingredientes de excelencia, la receta y el cocimiento es malo.

Se debe tomar en cuenta que la palabra ‘redactar’ procede del verbo latino que se refiere a orden. Es decir, que si se ordena la argumentación de forma lógica, los silogismos cumplirán con mayor eficiencia su función. Redactar, entonces, obliga a organizar de una forma efectiva cada dato, idea, enunciado y párrafo de un documento.

La argumentación, entonces, no responde a un formato. La elocuencia radica en la habilidad de quien ordena (redactar), sustenta (fundamentar, legal o científicamente) y vincula (silogismos) las ideas de forma efectiva.


Jueves, 9 de marzo del 2018

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