Gramaticalismo

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Gramaticalismo



 

La vida es sencilla. Los seres humanos somos quienes la complicamos. Al parecer, siempre hemos tenido tendencia para dificultar las cosas. Las pruebas saltan a la vista en muchas actividades humanas. La sencillez nos es difícil de dominar, a pesar de ser la tendencia actual en todo. Hay un demonio que nos tienta a hacer más complejo de lo debido, nos dice Julio Cortázar en su presentación de los cuentos completos de Allan Poe (Círculo de lectores, 1985).

 

La enseñanza del español no es la excepción. En todos los países de habla hispana siempre ha habido una obsesión por querer enseñar el idioma mediante el dominio de la gramática. Los especialistas parecen obstinarse en los términos gramaticales, cuando lo natural ha sido primero hablar y posteriormente aprender a escribir. Dominar un idioma nos es natural, es propio de nuestra especie. La prueba está en que hasta los retrasados mentales estructuran un lenguaje y se comunican. Tanto evolutivamente como en el proceso de crecimiento, primero aprendimos a comunicarnos y después supimos la clasificación en sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios, etc. Y esta clasificación, la mayoría jamás termina por dominarla.

 

Walter J. Ong, en su obra Oralidad y escritura (FCE, 1987), cita a Ferdinand de Saussure (1857-1913) —padre de la Lingüística moderna— al respecto. Informa que su obra concluye en la primacía del lenguaje oral sobre el escrito y ya desde entonces denunciaba Saussure la obstinación de los hombres de letras por querer enseñar el idioma con base en la gramática. Efectivamente, en nuestro proceso de integración a la sociedad, recurrimos a las palabras que nos permitieron establecer puentes de comunicación con quienes nos rodean. Por eso, el lenguaje que aprendemos de pequeños se le llama idioma materno. Sería absurdo que nos corrigieran cuando crecemos diciendo “Ese verbo es irregular, por lo que debes usar el modelo 57 para conjugarlo correctamente” (hay cerca de noventa modelos para conjugar los verbos irregulares). Simplemente, nos indican: “No se dice así, es de esta forma”. Saussure concluye que la escritura es complemento del lenguaje hablado. Este último es base para la dinámica social, no así la escritura.

 

Por tanto, la prioridad es la expresión oral y no la escrita. Se debe, por tanto, promover la discusión en aulas de clase, la expresión libre en poemas y cartas entre alumnos, en vez de buscar niños en las aulas que siempre estén callados, los bien portados (como parecen preferirlos los profesores). Y si no fueran suficientes las conclusiones del padre de la Lingüística moderna, consideremos que la ciencia ha descubierto que el razonamiento y el lenguaje están en la misma zona cerebral. Eso permite deducir fácilmente que, para dominar el idioma, razonar es prioritario, antes de clasificar. Esta última actividad se limita a un proceso de identificación y referencia contra un patrón. El razonamiento obliga a comprender la relación entre palabras y lo que en conjunto y orden expresan. Por eso la expresión oral es fundamental antes que la clasificación.

 

Afortunadamente, la tendencia mundial está cambiando. Eso se refleja en los planes de estudio dictados por los ministerios de Educación. Los programas tienden ahora a buscar que los alumnos, antes de conocer los términos gramaticales, dominen la expresión. Tarde o temprano, manejar el idioma facilitará redactar adecuadamente, para que refleje sus pensamientos con fidelidad. Un autor moderno dice: así como los ojos son espejo del alma, la redacción es la de los razonamientos: la forma de escribir refleja los procesos mentales. La forma en que relacionamos mentalmente las palabras, comprendemos y visualizamos la realidad, se reflejará en la forma en que planteamos algo. Incluso es reconocido que con lenguaje pobre es más difícil expresar y explicar algo.

 

Pero como toda nueva tendencia, existe resistencia y detractores. Los especialistas —escritores, gramáticos y profesores de viejo cuño— se niegan. La crítica radica en que si no se conoce las clasificaciones gramaticales, es imposible enseñar el idioma o entenderlo. Se parte de una premisa falsa, para llegar a una conclusión igualmente falsa. Ningún escritor de éxito al escribir clasifica las palabras. Por tanto, es falsa su premisa. Incluso, ese también ha sido el obstáculo para aprender el inglés, también lo enseñan con gramática; en vez de hablarlo. Por eso, primero dominemos la lengua, lo oral, y después, ya con mayor solidez, la ciencia que lo clasifica. Padres y profesores, promovamos las discusiones en clase, aunque nuestra generación haya sido formada en evitarlas.

 

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