El sexo fuerte

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El sexo fuerte


En días pasados, apareció una nota periodística que trata sobre el hallazgo en Perú de un esqueleto femenino y que calculan los paleontólogos, tiene aproximadamente nueve mil años de antigüedad. Lo peculiar, es que la osamenta de la dama en mención, pertenecía  a un grupo denominado de “caza mayor”, es decir, las mujeres iban a la par con los varones en estos menesteres.

Con esta teoría, se abrió el debate que las mujeres no solo eran recolectoras como se creía, ni aventaban de lejecitos un pedradón para ayudar a darle muerte a algún animal que sería el banquete del clan. Digamos que para efectos de nuestro tiempo, la de ella era una participación igualitaria en la caza y lo más seguro, consorte en casa.

La mujer no es ni por asomo eso que erróneamente se le ha aplicado el término débil y su contraparte, el fuerte. Con esto no me refiero a la fortaleza de las mujeres cuando la aplican en sus vástagos a punta de cinturón o chancla, ni a las relaciones donde violentan físicamente a sus parejas, como presencié en alguna ocasión cuando un amigo podría haber roto cualquier record de velocidad por la rapidez alcanzada al salir de su casa, cuando su aún impetuosa cónyuge, le arrojó literal, hasta la cacerola. Tampoco que apliquen esa fuerza para que entre ellas se lastimen, como ha ocurrido en diversas manifestaciones, que en lo personal estoy a favor, pero no con las agresiones a la autoridad de su mismo género: violencia es violencia y no se justifica.

Me refiero a la solidez y fortaleza que representa el género femenino para enfrentarse, como cité al comienzo, a diversas situaciones donde realizan un esfuerzo mayor que el de los varones al enfrentarse a un mundo predominante por ellos, que por desgracia y aun con protocolos y discursos, no se ha logrado una ecuanimidad en condiciones, aunado a costumbres que vienen de muchos años atrás y que se buscan romper de a poco, aunque debería ser de a mucho, como ha ocurrido con las palabras sexo débil

Es gratificante que esta conjugación se considere de hace dos años como “despectiva o discriminatoria”, según la Real Academia de la Lengua. Un término que no era tan reciente y quizás por eso quedó arraigado en la sociedad el diferenciar la debilidad con la hombría. En el siglo diecinueve, diversos poetas y escritores comenzaron a difundir en sus trabajos estas definiciones, como Rubén Darío en su poema “Mía”, que si bien su connotación es erótica, demostraba quien era el fuerte en su escrito, situación que ocurrió con otros creadores de la talla de Benito Pérez Galdós, entre otros, que definían a la mujer como débil.

La historia nos dice que los actos heroicos o sobresalientes corresponden a los varones y podemos decir que muchas féminas permanecen en al anonimato, pero por su firmeza en palabras y actos, ayudaron a definir varios sucesos. Un singular ejemplo fue en nuestro país con las adelitas, mujeres fundamentales en la llamada revolución de 1910, para acompañar junto con o sin hijos, a sus esposos y parejas en una guerra donde no se les reconoció con algún mérito o condecoración, ya no digamos cargos políticos, en ese momento inexistentes para ellas y que al día de hoy, los ocupan de manera forzada, en busca de congraciarse las instituciones públicas para decir que existe la igualdad de condiciones.

Conocemos de muchos casos de mujeres sobresalientes y podemos citar cientos o miles de ellos, pero se me viene a la mente la científica nacida en Polonia, Marie Curie,  que aparte de sus investigaciones y enormes logros en la física y química, tuvo la tarea de atender a sus dos hijas en una época que los roles en el hogar estaban más que definidos, a menos que Monsieur Pierre, su esposo, también lavara ropa, platos, atendiera a sus retoños y de pilón, a sus indagaciones científicas, lo cual desconocemos, pero lo que si aseguramos es que a él no le tocó gestar en su vientre a dos criaturas.

Otro punto para reafirmar la solidez femenina, es el equilibrio que otorga en muchos hogares para con sus respectivos integrantes. Las lesiones físicas y emocionales, por lo regular, son escuchadas y sanadas por mujeres, mención aparte que muchos varones ven a su esposa, pareja o amiga, como la persona que les resolverá la existencia. Idealizar a la madre, le dicen unos, complejo de Edipo, según los estudiosos del tema.

No es gratuito que varias series televisivas, sobre todo las producidas en Estados Unidos, (que siendo honestos, es finalmente lo que consumimos, aunque algunos adopten pose intelectual, argumentando que solo ven series europeas y asiáticas) prueben lo anterior de manera cómica, sarcástica y real y de hecho no conozco un programa de estas características en las que pongan al hombre como la persona que lleva la batuta en la familia.

Los programas televisivos clásicos The Munsters y The Addams family, muestran jerarcas distraídos y con mínima prudencia, correspondiendo a sus consortes llevar su sensatez para mantener el orden en sus familias, situaciones que se repiten por citar algunas, en las series Alf (1986 – 1990),  Married… with children (1987 – 1997), Malcom in the middle (2000 – 2006), Modern family (2009 – 2020) y localmente La familia P. Luche (2002 – 2012), donde muchos espectadores masculinos se reflejan en los personajes y sí, la mujer es el consorte en casa, situación que se repite en infinidad de series animadas, que van de The Flintstones (1960 – 1966),  Dinosaurus (1991 – 1994), The Fairly OddParents (2001 – 2017) y el mejor modelo en The Simpsons (1989 – a la fecha).

No pretendo que la presente columna se lea con un afán feminista, procuro ser imparcial, solo quise distinguir el ímpetu femenino y no se requiere que sea el Día de la Mujer o de la Madre para reconocerles. Ya en otra ocasión desglosaremos aptitudes masculinas. Como todo en la vida, debe existir equilibrio y con base a ello, podemos tener mejores resultados como sociedad, así sea desde haber cazado conjuntamente mujeres y hombres a mastodontes prehistóricos para sobrevivir, hasta enfrentar conjuntamente situaciones presentes y futuras, sobre todo en estos tiempos de incertidumbre.  

                                               

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